sábado, 27 de enero de 2007

El acero afilado de los probables

Ayer cuando llegaba del trabajo me puse a pensar si existen realmente esos ratos en los que miras hacia atrás y estás seguro que no has dejado nada sin terminar. Es difícil, especialmente cuando se hace lo que me toca hacer. Hoy quisiera poder escribir mejor de lo que pasa por mi cabeza, pero a veces no te queda más que la palabra desnuda, sin recurrir a un autor o a alguien más.

Lo que vengo a escribir, lo escribo solo.

Hace un par de días que ando resfriado, y es difícil creer que cuando tienes la nariz tapada y la voz ronca, la vista se te aclara tanto. Me refiero a que estuve pensando en dónde realmente se esconde o se intercala nuestro verdadero yo con lo que somos "ocacionalmente" o accidentalmente.

Con esto me refiero a que a veces nomás nuestra forma de ser frente a las circunstancias es como un juego de dados, a veces te sale siete, y eres nomás como siempre eres. Pero existen también tantas combinaciones diferentes.

Una de las charlas más controversiales, que como yo mismo, tuve con la Directora de uno de los proyectos, es hasta qué punto somos libres realmente. Me parece que somos más bien como un cocktail de presentes, pasados y esperanzas. Éso de la libertad es mucha cosa.

Porque, cuando hay días en los que no quiero volver y días en los que no me aguanto por llegar, se me viene la conciencia de tal contradicción. Ese desequilibrio tan humano.

Pero ese desequilibrio es precisamente lo que a larga talvez nos deje claro de que, en el mar de contradicciones, de "probables" y talveces, y jetas y risas, es bello ser tan imperfecto y saber que uno aspira a algo.

lunes, 22 de enero de 2007

Otra vez, Tropa!


Había sido un día de esos. Llegué con el último átomo de voluntad hasta mi cama. Cuando me disponía a recostar por fin mi cabeza, cruzó por mi mente (a la velocidad de la luz) la idea de que si había un momento perfectamente funesto para que alguien me busque era ese mismo instante. Siguiendo la fiel e infalible ley de Murphy fue exactamente lo que pasó.

Fui al teléfono, maldiciendo a cuanto se me pasaba por la mente, cuando respondí con un “Hola” del más allá, se me respondió “A que no sabes quién soy?!!”, “Clara”, hay que ser rápido porque luego luego te vienen con que uno nunca se acuerda y que no llama y todas esas vainas.

“Esta noche hay reunión de la tropa, te llegó mi sms?”, “Ajá,- será que mañana podré llevarme un rato siquiera a que me curen esta espalda?- Seguro que me llegó, es esta noche a las 7:30 en tu casa. Tú vas a cocinar –Oh Dios mío- no Clarita?”

“Clarex”

En la noche realmente me sentí deseoso de faltarme y hasta había pasado media hora frente a la plancha en el debate de planchar mi camisa o de ponerme el pijama e inventar algo convincente al día siguiente. Pero bueno, no todos los días hay reunión así que a planchar nomás. Hay que mantener las amistadas cuidándolas con el amoroso y perenne abono de las visitas esporádicas. Vaya cínico.

Más animado, en el auto, me puse a pensar que realmente el motivo de mi duda era bastante absurdo, ya que el buen Chucky tendría algo interesante que cantar, y ese par de gemelas superchistosas digo superpoderosas seguramente saldrían con alguna de sus ocurrencias que le vienen bien a quien carga con un espíritu tan viejo.

Cuando llegué estaba don Chucky, y pues faltaban todos los demás. Si hay algo que aprecio de la Claudia es que si se le llama, viene, y viene rápido.

Antes de que lo extrañemos en Oscarín apareció con su eterna tranquilidad muy a lo Gabo cuando camina. Sentenciamos que la Tachi era una irresponsable por ocurrírsele que le castiguen justamente ese día. Sabiendo que su papá le aguanta el hecho de que avise de la Terminal “que está viajando”, que se la pasa calle arriba y calle abajo con sus temáticas ideas, dedujimos que para que la castiguen al fin, al menos haya tenido que robar un banco!!

Debo declarar, confesar y autoanularme al final, pero estaba escéptico de los dotes culinarios de la Clarex, pero que rico ají de fideo, digno de una reunión tropera a la cual el Chucky, el Oscarín y yo dimos fin con diente agradecido. La Claudia anda a dieta así que se lo perdió.

Luego de eso, vino la indispensable charla filosófica acerca de los temas que nos unen. Pues fue simple, puteamos por no poder ir al concierto en Lima, pero nos consoló el hecho de que estamos juntos en tal desgracia. Es bueno pasar esas penas con algo de alcohol, así que como es tradicional, vinito nos trajimos. Cuando viene el vino viene la vida, dice.

Vimos que nos estamos extinguiendo, pues cuando se vayan de nuevo o se vayan por primera vez, la Tachi y yo quedaremos. Motivos del futuro.